Los cuadros muy dramáticos

Por Susana Weingast

Cuando hablamos ya sea verbalmente o no, lo hacemos desde un punto de vista que tiene que ver con nuestra propia historia, con nuestra vida, con nuestras propias características, con nuestros aprendizajes.
Para ello tomamos herramientas que pueden ser palabras, gestos o posturas para poder decir lo que pensamos.
Un hombre es diferente a otro y por supuesto percibe las cosas de forma individual y subjetiva.
En su desarrollo individual cada sujeto se apropia de una estructura preexistente, con la cual se identifica. Esta estructura la va incorporando a su mundo, y va trazando su propio camino, en una trama social y cultural.
No se sabe cómo se creó el lenguaje, o quien inventó la lengua que hablamos, pero podemos decir que la riqueza expresiva que contienen las palabras y frases, la fonética, los significados y también las inflexiones de la voz, pueden expresar sentimientos o estados de ánimo, nuestra alegría o tristeza, para poderla comunicar a nuestro entorno.
El lenguaje oral o escrito se va aprendiendo, existen la gramática, la sintaxis, estructuras básicas de significaciones, que van conformando nuestro hablar diario.
Es como armar un rompecabezas con aquello que sabía que quería decir y aquello que le gustaría escribir.
Es ahí donde se organiza su pensamiento, se forman una o varias estructuras gráficas con el pensamiento, más el lenguaje.
Hablarlo es una cosa, escribirlo es otra.
El pensamiento se desarrolla con más rapidez que las expresiones verbales y gráficas, a veces para no perder esa idea, basta escribir una sola palabra o un solo trazo para recordarla.
Todo comienza como un disparador, que después de decir o escribir una idea, otras surgen como en una catarata, una idea trae la otra, a medida que uno va diciendo cosas, se van armando nuevos sentidos y significaciones.
Estamos dentro de una organización mental y motriz, construimos y multiplicamos las ideas sin darnos cuenta, hablamos, nos damos a entender, sin darnos cuenta o sin ser conscientes de las relaciones que cada idea provoca, ya sea en forma verbal o no verbal.
Así es como ejercemos nuestro lenguaje, y abrimos espacios a los otros para que nos puedan interpretar.
Aquí aparece una segunda o varias personas, a la que llamamos lector o espectador o interlocutor.
Un texto escrito es un diálogo entre el autor y el lector, pero un diálogo según el momento del lector, según los parámetros o experiencias del lector, experiencias vividas en el pasado histórico y también las experiencias diarias.
Hay momentos en que lo que escuchamos, o leemos, o vemos, adquiere cierta profundidad, cierto sentido y hace que se logre la comunicación tan deseada, inclusive muchas veces descubrimos cosas que el autor nunca quiso decir, es decir que el lector puede permitirse pensar con libertad
La organización de los pensamientos, pasados a palabras o escritos o dibujos o pinturas, toman sentido más allá que los elementos que son visibles para ambos, cuando analizamos la postura del autor y la postura del lector
Lo mismo ocurre en el dibujo y la pintura; esa libertad dada en la comunicación a través de las imágenes pueden lograr el diálogo, pero siempre dependiendo de quien lo observa, ya que quien lo hace pone su propia personalidad, y puede ser bien interpretado o no.
El artista cuando trabaja, trata, por diversas formas, de plasmar los planos y grafismos, de impactar y pone lo mejor de sí mismo, intentando conseguir llegar a tener algún diálogo con el espectador, ya que la mente de éste debe ser libre para poder captar los mensajes que el autor plasmó.
El autor y el espectador o lector, cada uno desde su punto de vista, desde su posición cultural y a veces desde distintas épocas, aúnan sus propias posturas ante un trabajo realizado.
No es importante que vivan en la misma época, ya que muchas veces leemos una novela escrita en otro siglo o vemos un cuadro pintado en otra época, cuyo autor no conocemos, es alguien que forma parte de la historia, que no está aquí y ahora, pero que puede llegar a tener puntos afines con nosotros.
En el relato verbal se suman otros niveles de relato por formas expresivas, que llegan a un diálogo y a veces a diálogos más profundos, inclusive diálogos no directos, sino supuestos.
En la obra de arte, ya sea literaria, poética, pictórica o musical, el autor transmite en forma «no verbal» una organización del texto o una sintaxis que le es propia, organizándola y expresándola desde su punto de vista, con parámetros individuales culturales y ubicado desde un pequeño punto del mundo.
El lenguaje es una superestructura que abarca el mundo de lo visible y el mundo de lo sensorial, podemos escuchar un diálogo, leer una poesía, cantar una canción.
El lenguaje en todas sus formas se abre al mundo para poder comunicarse.
Es la organización del relato del mundo, relata una línea de pensamiento, o de lo sensorial, transmitiendo ideas desde el punto de vista cognitivo y sensorial.
La transmisión de dichos lenguajes, une a todos los individuos de su misma época o de manera universal, más allá del tiempo, por medio de gráficos, letras, colores, fotografía, televisión, con ideas y puntos de vista cognitivos y sensoriales y al mismo tiempo con espacios organizados para poder ser comprendidos.

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