Por Susana Weingast
El paisaje desempeñó un papel fundamental en la modernización del arte. Después del triunfo del impresionismo, se comienza a manifestar la aparición de un arte no figurativo.
Una de las primeras contribuciones en cuanto a la imagen paisajista, es el rompimiento de los cánones clásicos de la imagen.
Ver un paisaje, es la demostración de que no sólo la imagen puede concebirse en forma tradicional y deformarse luego, sino que, sobre todo, hay que deshacerse de muchos preconceptos figurativos, para poder lograr ser entendido por el espectador.
Picasso, en todas las etapas de su larga y fecunda trayectoria con sus variados soportes, materiales y técnicas, comienza a elaborar el paisaje con una visión más amplia, variando la perspectiva, incursionando en el geometrismo.
De esta manera, la perspectiva histórica actual, nos muestra cada vez más, que lo que hasta hace relativamente poco tiempo nos parecían rupturas visuales, hoy en día son sólo rupturas personales.
En este sentido, lo que ocurrió, a partir de Picasso, no fue que el paisaje desapareciera, sino, por el contrario, se amplió hasta limites insospechados y por tanto, «invisibles», es decir, se abrió al interior del artista, surgió así la subjetivización de lo artístico.
Paradójicamente, al pintar un paisaje mostramos nuestra interioridad individual a través de una imagen externa, del mundo circundante.
La importancia que se le da en nuestro siglo a lo psíquico y, en especial, a lo relacionado con lo inconsciente; el universo del sueño, la imaginación, etc, entra a formar parte de la plástica, dando paso a la corriente surrealista, que es uno de los movimientos pictóricos más importantes del siglo.
Picasso, Dalí, Magritte, Klee y Miró, y la propuesta que cada uno de ellos realiza en cuanto a lo interno-externo del paisaje, al estar analizados todos ellos desde el común prisma del paisaje en dibujo y pintura, nos proporcionan ejemplos mucho más ricos al respecto en cuanto a la visual y a las técnicas.
En la obra de los artistas del Siglo XX, el espectador puede conocer prácticamente todos los modelos de paisaje en cuanto a las formas y al color de nuestra época, desde el naturalista de fin de siglo hasta los más elaboradamente sintéticos de fases posteriores,
A través del paisaje surrealista, nos enfrentamos a imágenes características de la visión más puramente onírica e imaginativa.
Nunca ha existido una visión «natural o real » de la naturaleza, sino que el hombre la ha representado según las muy diversas pautas culturales, sujetándose a cánones plásticos, variando su visual según las épocas, inclusive en este siglo nos encontramos con paisajes interiores o subjetivos.
La física, la astronomía, el avance de las imágenes satelitales nos ofrecen una nueva visión del cosmos, y por otro lado nuestros propios sueños o fantasías, hacen variar en su forma la representación visual de la naturaleza, la imagen de la realidad natural.
Es muy satisfactorio que todos estos aportes al arte, a su forma de expresión y a su manera de mirarlo logren que en el siglo en el cual vivimos existan entrelazamientos en muchos campos de la creatividad humana.
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